Veo a gente sufrir todos los días, me di cuenta en estos últimos meses que puedo soportar el desgaste de ver gente en estas condiciones. Muchos llegan por la gravedad de sus heridas, que muchas veces son poco al saber el drama familiar que hay detrás.
Creo que soy bueno en cierta medida para hacer olvidar muchas veces a las personas de sus problemas y otras tantas he podido reír de aquellos traumas con las personas. El dolor siempre es el enemigo constante, todavía mucho por descubrir respecto al manejo de este.
He visto gente joven, no tan joven, mayor y mucho mayor, lo más difícil es encontrar el punto de convergencia entre ambos, intento la mayor parte de las veces de que ese punto no sea el problema que los tiene ahí.
Otra cosa fundamental es enseñar a las personas, con palabras simples partes de su anatomía y fisiología, por la cercanía que se genera entre una persona de mi profesión con los pacientes es imposible no conversar de esto, si la conciencia lo permite.
Siempre la cercanía debe ser en su justa medida, siempre hay que resguardar el estado emocional de las personas que atraviesan por esto.
Con los familiares también he logrado entablar confianza, es igual de complicado que con los mismos pacientes, algunos son un poco más distantes y solo les interesa ver resultados objetivos, otros se conforman con ver a sus parientes de un mejor animo, con eso se dan por pagados.
Siempre es difícil tratar con adultos mayores, la muerte esta más presente, por lo que sacarlos de ese estado depresivo es complicado, los cambios de animo son frecuentes, uno se pregunta el como hacer que esta persona quiera seguir viviendo, difícil.
Creo que el desgaste que genera esta profesión se logra llevar con la gratificación de saber que cumpliste con el objetivo, el de haber ayudado a una persona (y un buen descanso).
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