El silencio me recuerda al instante en que nos mirábamos sin decir nada, porque cualquier palabra estaba fuera de lugar en ese momento en que las miradas hacían el trabajo.
El frío me recuerda a tu piel que temblaba con la mía mientras caminábamos en dirección a tu casa en ese invierno que no debía ser tan frío.
Te recuerdo en aquella canción que de vez en cuando suena en la radio y por más que quiera, no puedo evitar pensar en ti.
A veces vuelves a mi mente en los días nublados, en el que me abrigabas en tus brazos.
También cuando tomo aquel libro de Anatomía, que se supone era para estudiarlo, pero nunca lo tomamos en cuenta.
En el blanco de las cosas estas, así vestida de blanco como la primera vez que te vi y no te pude quitar la mirada, tanto que llegue a sentir vergüenza.
Vergüenza que se me fue quitando a medida que tu me respondías con tu mirada.
Te recuerdo cuando observo el verde césped, en el que nos revolcábamos como locos.
Recuerdo cuando no parabas de reír con mis chistes fomes y tontos, así como también te enojabas cuando eran bromas dirigidas a ti.
Tus manos heladas y tu boca cálida, eran la combinación perfecta, tan perfecta que no pude mantener.
A veces vienes y me gusta recordar porque si no te hubiera conocido, yo no sería el de hoy.
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